El traje popular romano: los "minenti"

A principios del siglo XIX, en Roma se llamaba “minenti” a los miembros del pueblo con recursos. Se trataba de artesanos, carreteros u obreros que habían mejorado modestamente su situación econonómica gracias al ejercicio de sus oficios. Ese bienestar económico era pretendidamente mostrado, en particular por sus mujeres, a través de una forma de vestir vistosa y ostentosa.

Minente, Scena Romana dell'Osteria

Sobre la etimología de la palabra minenti los expertos han dado varias interpretaciones. Por ejemplo, el abogado Luigi Dubino, autor de la Recopilación de algunas costumbres, usos y dichos romanos (1875), sostenía que la palabra derivaba de eminentes (del latín, eminens-eminentis: aparente) y quería indicar a los hombres del pueblo, aunque con más frecuencia a sus mujeres ( minente) que vestían con ostentación, alardeando de su bienestar con sus numerosas joyas de oro.
Costantino Maes (1839-1910), director del semanarario Chracas entre 1887 y 1894, proponía que derivaba de minantes (amenazadoras), debido al carácter chulesco del auténtico romano, o bien de minores gentes, gente menor.
Por último, Valentina Leonardi en El Santuario del Divino Amor, 1976, escribió: “…minentes significa pueblerino, designa la masa de artesanos detallistas (etimológicamente deriva de minorentes (minoristas) por síncope contrapuesta a miorantes (mayoristas) que en el siglo XI se distinguían con la marca de stimolantes, es decir, con el deber de preceder al cortejo papal para abrirle paso entre la multitud con sus bastones”.

Los elementos estructurales del traje festivo de la minente eran los siguientes: chaqueta de terciopelo (carmagnola) decorada con flecos y borlas, de manga larga que se hinchaba al nivel de los hombros y se embellecía con ahuecados y fruncidos, que las romanas solían vestir en los días de fiesta; el mandil de seda decorado con encajes; las medias blancas; los zapatos bajos (pianelle) decorados con fíbulas de plata, como las de los hombres.
Los peinados también eran muy historiados: las muchachas se decoraban el pelo, se lo recogían en un peinado llamado de canastilla, y lo fijaban con una peineta alta perforada y en las trenzas colocaban una aguja de plata cuyo extremo acababa con algún motivo fitomorfo o símbolos protectores y, en caso de necesidad, lo utilizaban como arma ofensiva.
Las mujeres ancianas llevaban el pelo recogido en una redecilla de seda verde, de la que colgaba un largo cordón acabado en una borla.
Pero el elemento más característico del traje femenino romano festivo era llevar el sombrero de copa o el bombín, ambos decorados con flores, cintas de colores o plumas. El sombrero de copa, de color negro o marrón, se denominaba rammoschè (del francés, rat-musqué, rata almizclera) nombre del animal con cuya piel se fabricaba. Las minenti se ornamentaban con numerosas joyas, así descritas en la revista romana Chracas en 1889: “Las minenti brillaban por sus collares de oro, gemas y piedras preciosas, llevan el cuello y el pecho cubiertos de cadenas de oro; de las orejas colgaban largos pendientes con perlas enormes, auténticas perlas orientales. El oro, los brillantes y las perlas falsas, lujo de la moderna miseria, eran aborrecidos por la opulencia plebeya. Las joyas condensaban en breve espacio sumas envidiables de dinero. Tanto hombres como mujeres, acumulaban cuatro o cinco anillos en cada dedo. Los hombres lucían pesadas y gruesas cadenas de oro para sujetar el reloj, llevaban fíbulas de plata maciza en los zapatos y pendientes que parecían aros de toneles”.

El traje masculino estaba compuesto por una camisa, preferiblemente blanca, de manga larga y ancha (solían llevar las mangas arremangadas hasta el antebrazo); un pañuelo al cuello; un chaleco de terciopelo o paño; chaqueta corta, también de terciopelo o paño, que como describió el padre Antonio Bresciani en 1860, llevaban al hombro para no entorpecer los movimientos de los brazos «si hacía falta defenderse»; los pantalones hasta la rodilla con una abertura lateral cerrada con botones o fíbulas, y se sujetaban a la cintura con una especie de cinta cerrada atrás, o al costado, mediante botones; las medias eran blancas o celestes; los zapatos bajos de punta cuadrada decorados con vistosas fíbulas de plata y, por último, lucían sombrero de ala ancha decorado con plumas de capón.

Los carreteros, que transportaban el vino desde los Castillos Romanos hasta la ciudad viajando de noche por las vías Appia y Tuscolana, vestían ropas que les identificaban de inmediato con la profesión que ejercían. Eran ropas funcionales y protectoras de los riesgos a los que les exponía su oficio: peligros de la ruta e intemperie. Dicho traje contaba con una amplia capa (ferajuolo) confeccionada con lana muy rústica que duraba mucho y embellecía poco, como dijo Massimo D’Azeglio; un sombrero en forma tronco-cónica decorado con cintas coloridas y plumas de capón; vistosos aros de oro en las orejas y una faja de color en la cintura. Calzaban botas de piel normalmente sujetas con fíbulas. Al hombro llevaban una bota pequeña (copella) llena de vino atada a una cadenita, que era el homenaje con que el mesonero agradecía el servicio continuado al carretero.

La "minente", Scena Romana dell'Osteria
Reproducción
MR 381