Las luminarias
Los fuegos artificiales, incorporados en la tradición festiva popular italiana desde el siglo XIV, adquirieron a partir de mediados del siglo XVI un carácter de fin de fiesta en las ceremonias oficiales como torneos, desfiles para invitados ilustres, victorias militares, coronaciones del príncipe o canonizaciones.
La noche de la víspera de la fiesta del san Pedro, la basílica de San Pedro se cubría con faroles y antorchas dispuestos de forma que exaltaran su belleza y formas.
En un mundo donde la oscuridad de la noche todavía no se había visto alterada por el alumbrado público (el gas no se instaló en la ciudad hasta 1856), se trataba de una visión que no quería perderse nadie en la ciudad.
El contrapunto laico a la sugerente luminaria de San Pedro era la rueda de fuegos artificiales de Castillo de Sant’Angelo.
Se cree que la prima rueda se hizo en 1481 con motivo del aniversario de la entronización de Sixto IV.
Luego se repitieron para la coronación de los papas, para sus cumpleaños, para las visitas de los príncipes y con ocasión de la fiesta de San Pedro y San Pablo.
En 1851 la rueda de fuegos artificiales se trasladó a la plaza del Pincio.